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Caravaggio, c. 1609. David con la cabeza de Goliat.
Caravaggio, c. 1609. David con la cabeza de Goliat
Imagen obtenida de: https://es.wikipedia.org/wiki/David_con_la_cabeza_de_Goliat
El orden de las cosas
Por Jorge Besso - Psic�logo. Dr. en Psicolog�a - Universidad Nacional de Rosario (UNR)
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El orden de las cosas es por una parte una referencia a un breve film espa�ol del a�o 2010. (1) Un t�tulo-tema-denuncia sobre el lugar de la mujer en la sociedad seg�n una tradici�n social muy arraigada en el tiempo. Es decir un lugar secundario en el orden de las cosas detr�s del hombre, y m�s bien en los l�mites del hogar. (La sinopsis del corto anticipa a Julia, una mujer que gota a gota acopia valor para cambiar el orden de las cosas). Por otra parte, dicho t�tulo remite al impresionante comienzo del libro de Castoriadis, �El Pol�tico de Plat�n�, (2) �uno de los mejores textos que haya producido ese esp�ritu incre�blemente f�rtil� al decir de Pierre Vidal Naquet. En �l Plat�n y Castoriadis se enfrentan con sus mejores recursos con relaci�n a un objeto fundamental: la democracia. En ese comienzo Castoriadis responsabilizar� a Plat�n de la destrucci�n del mundo griego en tanto y en cuanto la ca�da de la democracia en Atenas no es una destrucci�n de hecho (para Plat�n) sino de derecho a partir de un vicio inmanente en el orden de las cosas por ser la democracia un r�gimen dominado por la multitud ignorante y apasionada y no por el sabio, el justo y la justicia. Es decir hay un �orden de las cosas� (natural, divino, en definitiva conservador) respecto del cual la democracia es incompatible. En los jardines de Academos la Academia de Plat�n forj� el gusto por el elitismo, esto es la cl�sica educaci�n de los due�os del orden de las cosas asqueados en todo tiempo y lugar por los ruidos populares.


Pensamiento Pol�tico y Pensamiento Cl�nico


Sin dudas el pensamiento tanto sea pensado por la mente o por la psiquis es visto como una de las facultades humanas con mayor prestigio desplegadas en los m�s diversos campos de la atenci�n humana. Tanto prestigio en todo tiempo y lugar, sin embargo no alcanza para sostener la evidencia s�, verdaderamente, el humano es un ser pensante. Reflexionar e investigar sobre esta cuesti�n es el objetivo del presente trabajo tomando como eje dos pensamientos en principio no muy ligados entre s� como son el pensamiento pol�tico y el pensamiento cl�nico.

Que hay un pensamiento pol�tico es algo que no parece ofrecer demasiadas dudas al punto que se pueden nombrar y describir distintos pensamientos pol�ticos con relaci�n a las ideolog�as de sus respectivos actores, lugares y momentos hist�ricos. El hecho de que existan facultades de Ciencia Pol�tica estar�a indicando forzosamente la existencia de variados pensamientos pol�ticos. Con todo la cuesti�n es fundamentalmente no olvidar el gran olvido del planeta, esto es, que es m�s bien dif�cil pensar a la pol�tica como una ciencia cuando sus inventores pensaron que la democracia -inventora de la pol�tica a la vez inventora de la democracia- era para aquellos griegos una cuesti�n de doxa y no de episteme.

Antes de Plat�n y su Academia el pensamiento pol�tico tom� sus mejores formas cuando los presocr�ticos comprendieron que la primera tarea de todo pensamiento deb�a ser criticar profundamente la obviedad de que hay un pensamiento propio. El pensamiento pol�tico y el pensamiento como tal nacen en Grecia a partir de enfrentar la tradici�n, es decir la tradici�n de imponer a todos el pensamiento haciendo creer a ese todos la certeza de ser seres pensantes.

Castoriadis se pregunta qu� es lo que �hace a Grecia�. (3) Este interrogante ocupa dos libros con ese t�tulo para decir en primer lugar que lo que hace a Grecia no es la armon�a de una sociedad ni de una filosof�a concomitante organizada tal cual el cosmos. Ese sue�o impregnado de un ideal conservador so�ando hasta el d�a de hoy con un ser previsible en tiempo y forma. Dicho ser previsible -dec�an aquellos griegos- choca con la evidencia angustiante del abismo. Es decir con la extra�a presencia del no ser, de la inconsistencia del ser, una de las grandes pesadillas de los griegos junto a las otras dos: la eterna cuesti�n entre el ser y el parecer y la no menos eterna disputa entre physis y nomos.

Entre estas tres grandes pesadillas de la inconsistencia del ser -de las que hablar�a el psicoan�lisis 2500 a�os despu�s- se instalar�an dos grandes extremos, los dos polos de la bipolaridad, esto es, el exceso de ser y el exceso de no ser. En el extremo del exceso de ser se domicilia la paranoia una sobrecarga de sentido atrapando al sujeto en los meollos de un laberinto barroco. En el extremo opuesto, el del exceso de no ser lo que ilumina es el sol negro de la melancol�a configurando un d�ficit de sentido de un sujeto gozoso del mal. Las danzas de la locura humana se traman entre estos dos polos lo cual nos lleva al terreno de un posible pensamiento cl�nico.

A. Green (4) se pregunta si acaso la cl�nica puede pretender tener un pensamiento cuando el pensamiento en cualquiera de sus formas pertenece en principio al campo de la teor�a y no a las vicisitudes de la pr�ctica por donde circula la cl�nica. La cl�nica en su origen m�dico alumbra desde P. Pinel cuando el c�lebre m�dico llega a Par�s en 1788 11 a�os antes de la Revoluci�n Francesa. Con �l lleg� su Nosograf�a, su lazo sutil con Hip�crates en su Tratamiento Moral y su gesto m�tico de quitar las cadenas a los locos de la Bicetre. Nombrado al frente del hospital en el decreto del 25 de agosto de 1793 Pinel (5) hace dos puntuaciones fundamentales en lo que bien puede llamarse un esbozo inaugural del pensamiento cl�nico. Pinel dir� un aserto y una reflexi�n, ambos una gu�a para la cl�nica:

El aserto sentenciar�, �El mejor texto de medicina es el enfermo�.

La reflexi�n delimitar�, �La cl�nica es lo que aparece, lo que se desarrolla, lo que circula entre la observaci�n y la explicaci�n. No hay una unidad indisoluble entre la formaci�n m�rbida y el concepto que da cuenta de ella�

El aserto es una alerta con relaci�n al peligro de que se escurra la cl�nica en medio de la acumulaci�n de textos, algo tal vez especialmente cierto en psicoan�lisis por la tendencia a leer los pacientes en detrimento de la escucha. El resultado suele ser un material con m�s asociaciones del analista que de los pacientes. La reflexi�n apunta a un espacio virtual fundamental, el que se desliza entre la observaci�n/escucha y la explicaci�n/interpretaci�n. Un espacio que nunca deber�a cerrarse para que el habla del paciente no se diluya en su propio decir o en el decir del analista. Es precisamente en ese espacio virtual donde hay que, por as� decir, situar al pensamiento cl�nico en las dos dimensiones posibles de dicho pensamiento. Pensamiento cl�nico por parte del analista en cuanto a su formaci�n y a su experiencia pero tambi�n un pensamiento cl�nico pensando al paciente, en el sentido de un pensamiento patol�gico en el exceso, en las vicisitudes o el d�ficit de sentido a partir de las determinaciones en que todo sujeto se desenvuelve o envuelve.

�No hay �mbito donde el peso de la incertidumbre sea mayor que en psicoan�lisis� dice A. Green, a lo que hay que decir que el mayor peso de la incertidumbre en rigor es en la psiquis humana. El psicoan�lisis la expresa, la refleja en su teor�a y en su pr�ctica por su capacidad de llegar a la condici�n humana sin curarla ni disolverla en tanto se trata de una incertidumbre esencial.

Finalmente el pensamiento cl�nico se ha de tramar en los dos ejes en que circula la cl�nica:

  • a) Lo intersubjetivo
  • b) Lo intraps�quico

Ambos ejes son correlativos a la divisi�n interior/exterior en tanto y en cuanto en el primer eje el sujeto tramar� su existencia con y en sus lazos sociales, mientras que el segundo es el nivel de los determinantes subjetivos en sus enlaces con los determinantes objetivos m�s la complejidad de la realidad ps�quica.

Como se sabe el individuo es una de las mayores creaciones sociales a trav�s de las m�ltiples significaciones determinantes de la subjetividad humana. El individuo, un ser sin divisiones, es pensado por la sociedad haci�ndole creer- sentir que piensa cuando en realidad la familia (En primer t�rmino) constituye una suerte de f�brica de individuos muy sofisticada a�n en sus versiones m�s simples. Tanto sea las clases m�s ricas o m�s pobres el resultado logrado en t�rminos generales siempre ser� un ser socializado con un limitado stock de variantes dentro del pensamiento tradicional de cada sociedad. En todo caso si hay una oposici�n, lo que podemos llamar la verdadera oposici�n, o la oposici�n fundamental es m�s bien la existente entre Psiquis y Sociedad, esto sin olvidar lo se�alado por Castoriadis en el sentido de que la psiquis en �ltima instancia es indomesticable.

Psiquis y sociedad constituyen dos opuestos indisociables. La psiquis recibe de la sociedad el sentido de la vida que ella no posee en forma inmanente. La vida en s� misma sin un anclaje biol�gico no tiene un sentido propio, ni tampoco un sentido can�nico para la especie humana. Raz�n por la cual recibe de la sociedad los m�ltiples sentidos posibles o en las alteraciones que cada sociedad va teniendo en el tiempo hist�rico.

La psicopatolog�a de la vida cotidiana y la psiquiatr�a organizan sus pensamientos, sus descripciones, sus conceptos y, en definitiva sus diagn�sticos con relaci�n al problema fundamental de los humanos: el tipo de arraigo que el sujeto alcanza en su inserci�n en la existencia humana. Pensando que es bien posible que el m�tico eslab�n perdido entre la especie humana y el resto de la escala general de lo viviente tal vez no sea un mono un poco m�s listo que sus antecesores pero claro est� menos inteligente que el hombre. En tal caso la �nica pieza faltante del puzle del dise�o inteligente de la creaci�n divina, una p�rdida quiz�s producto de una distracci�n inicial del Se�or. En rigor el eslab�n perdido de no ser ning�n mono imposible tal vez sea nada menos que el instinto con las variantes del arraigo biol�gico del resto de las especies.

En cambio el arraigo humano es social a tiempo completo a condici�n de no olvidar que dicho arraigo es de una normalidad patol�gica en la casi infinita diversidad humana imposible de subsumir en las claves de lo biol�gico. Dicho arraigo ser� un sujeto siempre con malestar al decir de Freud amenazado tanto por la Naturaleza como por los otros. Es decir por la Naturaleza con sus inclemencias tantas veces dram�ticas y por la naturaleza humana desgajada para siempre de la madre naturaleza. El resultado es un ser, el m�s impresionante de todos, tan fr�gil como soberbio, formando parte de una especie sin una percepci�n com�n a todos. Raz�n por la cual la apreciaci�n de la realidad o los posibles criterios de realidad ser� siempre uno de los procesos m�s complejos a lo largo de la existencia de un ser casi siempre enfermo de sus razones.

Es sabido que los momentos hist�ricos son opinables y sobretodo reflexionables. Hay uno muy especial destacado de una u otra manera por todos los historiadores. Entre ellos Pierre Aubenque uno de los historiadores- compiladores de la Historia de la Filosof�a de F. Chatelet, (6) catedr�tico de la Universidad de Par�s VIII. Sit�a su trabajo en un momento hist�rico bastante especial: es un �despu�s�. Despu�s de la muerte de Alejandro Magno y de Arist�teles, 323 y 322 a.c. Falt� decir despu�s de la muerte de Plat�n, y fundamentalmente despu�s de la ca�da de Atenas, es decir de la democracia. No se trata s�lo del c�lebre siglo V el siglo de oro de Pericles. Mucho m�s que eso, se trata de alrededor de 3 siglos de actividad l�cida del pensamiento. En cierto sentido la humanidad no se ha recuperado a�n de la ca�da de Atenas configurando �un gran despu�s� interminable un duelo a�n no elaborado de 2500 a�os. Al respecto P. Aubenque dir� que la bella totalidad de la Grecia cl�sica de la que hablaba Hegel se rompe en aquel momento y con ella se romper�:

  • La unidad del hombre y el ciudadano.
  • La unidad del Fil�sofo y el Pol�tico.
  • La unidad de la interioridad y la exterioridad.
  • La unidad de la Teor�a y la Pr�ctica.

Las dos primeras rupturas conciernen a la pol�tica y al pensamiento. Y a la filosof�a implicada en ello. La tercera tendr� su conceptualizaci�n con la aparici�n del psicoan�lisis. La cuarta ser� competencia de la ciencia y la epistemolog�a.

Un momento hist�rico donde se puede situar no una armon�a de la totalidad, siempre tan a�orada por la neurosis universal de los humanos, sino un punto de cruce de una integraci�n imposible entre el pensamiento filos�fico y el pensamiento pol�tico, un debate mudo entre dos pensamientos fundantes y fundamentales, un debate donde el psicoan�lisis puede presentarse con las credenciales de un posible pensamiento cl�nico. De hecho Guy Le Gaufey, psicoanalista franc�s del linaje lacaniano, se hace una pregunta fundamental con relaci�n a la c�lebre noche del 26 de agosto de 1789 en los fragores de la Revoluci�n Francesa: �La declaraci�n de los Derechos del hombre y el Ciudadano�. Dir� Le Gaufey �Qui�nes son estos dos? (7) Con lo que reabre en el tiempo la primera de las rupturas del listado de Aubenque. No se trata de un planeta habitado por hombres y ciudadanos. Desinvolucrados e involucrados. Lo que sin dudas es as�. Se trata m�s bien que cada sujeto es una compleja mezcla de hombre y ciudadano. En tanto ciudadano un ser comprometido con su tiempo y su sociedad. En tanto hombre un ser con su ego fuertemente armado absorbido en el peor orden hist�rico de las cosas, el tiempo de las sociedades en modo neo.

Ahora bien, las cuatro unidades rotas se�aladas por Aubenque no son solucionables ni eliminables. En todo caso son y ser�n elaborables por un sujeto cuyo m�ximo proyecto ser� el poder ser co-autor de su vida en la visi�n de A. Green del proyecto humano en cada cual. A la vez un proyecto doble: en la elucidaci�n del pensamiento cl�nico a partir de una posible cl�nica del pensamiento en los avatares hist�ricos de sociedades donde no hay fin de la historia, ni planeta global, ni ciudad global ni tampoco sujeto global en los 2500 a�os de lucha obstinada de despertar y despertarse desde Her�clito y S�crates y tantos otros.

  • (1) �El orden de las cosas� � cortometraje espa�ol (20 m. 2010). Direcci�n y Guion Jos� Esteban y C�sar Esteban Alenda.
  • (2) �Sobre el Pol�tico de Plat�n�- C. Castoriadis. Fondo de Cultura Econ�mica.
  • (3) �lo que hace a Grecia�- C. Castoriadis. Fondo de Cultura Econ�mica.
  • (4) �El Pensamiento Cl�nico�-Andr� Green. Amorrortu Editores.
  • (5) �Fundamentos de la Cl�nica�- Paul Bercherie- E. Manantial.
  • (6) �Historia de la Filosof�a�- Dirigida por Francois Chatelet. �Filosof�as Helen�sticas� por Pierre Aubenque.
  • (7) �Anatom�a de la Tercera Persona- Guy Le Gaufey. �cole Lacaniana de Psicoan�lisis


 
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