El orden de las cosas es por una parte una referencia a un breve film espa�ol
del a�o 2010. (1) Un t�tulo-tema-denuncia sobre el lugar de la mujer en la
sociedad seg�n una tradici�n social muy arraigada en el tiempo. Es decir un
lugar secundario en el orden de las cosas detr�s del hombre, y m�s bien en los
l�mites del hogar. (La sinopsis del corto anticipa a Julia, una mujer que gota a
gota acopia valor para cambiar el orden de las cosas). Por otra parte, dicho
t�tulo remite al impresionante comienzo del libro de Castoriadis, �El Pol�tico de
Plat�n�, (2) �uno de los mejores textos que haya producido ese esp�ritu
incre�blemente f�rtil� al decir de Pierre Vidal Naquet. En �l Plat�n y Castoriadis
se enfrentan con sus mejores recursos con relaci�n a un objeto fundamental: la
democracia. En ese comienzo Castoriadis responsabilizar� a Plat�n de la
destrucci�n del mundo griego en tanto y en cuanto la ca�da de la democracia
en Atenas no es una destrucci�n de hecho (para Plat�n) sino de derecho a
partir de un vicio inmanente en el orden de las cosas por ser la democracia un
r�gimen dominado por la multitud ignorante y apasionada y no por el sabio, el
justo y la justicia. Es decir hay un �orden de las cosas� (natural, divino, en
definitiva conservador) respecto del cual la democracia es incompatible. En los
jardines de Academos la Academia de Plat�n forj� el gusto por el elitismo, esto
es la cl�sica educaci�n de los due�os del orden de las cosas asqueados en
todo tiempo y lugar por los ruidos populares.
Pensamiento Pol�tico y Pensamiento Cl�nico
Sin dudas el pensamiento tanto sea pensado por la mente o por la psiquis es
visto como una de las facultades humanas con mayor prestigio desplegadas en
los m�s diversos campos de la atenci�n humana. Tanto prestigio en todo
tiempo y lugar, sin embargo no alcanza para sostener la evidencia s�,
verdaderamente, el humano es un ser pensante. Reflexionar e investigar sobre
esta cuesti�n es el objetivo del presente trabajo tomando como eje dos
pensamientos en principio no muy ligados entre s� como son el pensamiento
pol�tico y el pensamiento cl�nico.
Que hay un pensamiento pol�tico es algo que no parece ofrecer demasiadas
dudas al punto que se pueden nombrar y describir distintos pensamientos
pol�ticos con relaci�n a las ideolog�as de sus respectivos actores, lugares y
momentos hist�ricos. El hecho de que existan facultades de Ciencia Pol�tica
estar�a indicando forzosamente la existencia de variados pensamientos
pol�ticos. Con todo la cuesti�n es fundamentalmente no olvidar el gran olvido
del planeta, esto es, que es m�s bien dif�cil pensar a la pol�tica como una
ciencia cuando sus inventores pensaron que la democracia -inventora de la
pol�tica a la vez inventora de la democracia- era para aquellos griegos una
cuesti�n de doxa y no de episteme.
Antes de Plat�n y su Academia el pensamiento pol�tico tom� sus mejores
formas cuando los presocr�ticos comprendieron que la primera tarea de todo
pensamiento deb�a ser criticar profundamente la obviedad de que hay un
pensamiento propio. El pensamiento pol�tico y el pensamiento como tal nacen
en Grecia a partir de enfrentar la tradici�n, es decir la tradici�n de imponer a
todos el pensamiento haciendo creer a ese todos la certeza de ser seres
pensantes.
Castoriadis se pregunta qu� es lo que �hace a Grecia�. (3) Este interrogante
ocupa dos libros con ese t�tulo para decir en primer lugar que lo que hace a
Grecia no es la armon�a de una sociedad ni de una filosof�a concomitante
organizada tal cual el cosmos. Ese sue�o impregnado de un ideal conservador
so�ando hasta el d�a de hoy con un ser previsible en tiempo y forma. Dicho ser
previsible -dec�an aquellos griegos- choca con la evidencia angustiante del
abismo. Es decir con la extra�a presencia del no ser, de la inconsistencia del
ser, una de las grandes pesadillas de los griegos junto a las otras dos: la eterna
cuesti�n entre el ser y el parecer y la no menos eterna disputa entre physis y
nomos.
Entre estas tres grandes pesadillas de la inconsistencia del ser -de las que
hablar�a el psicoan�lisis 2500 a�os despu�s- se instalar�an dos grandes
extremos, los dos polos de la bipolaridad, esto es, el exceso de ser y el exceso
de no ser. En el extremo del exceso de ser se domicilia la paranoia una
sobrecarga de sentido atrapando al sujeto en los meollos de un laberinto
barroco. En el extremo opuesto, el del exceso de no ser lo que ilumina es el sol
negro de la melancol�a configurando un d�ficit de sentido de un sujeto gozoso
del mal. Las danzas de la locura humana se traman entre estos dos polos lo
cual nos lleva al terreno de un posible pensamiento cl�nico.
A. Green (4) se pregunta si acaso la cl�nica puede pretender tener un
pensamiento cuando el pensamiento en cualquiera de sus formas pertenece en
principio al campo de la teor�a y no a las vicisitudes de la pr�ctica por donde
circula la cl�nica. La cl�nica en su origen m�dico alumbra desde P. Pinel cuando
el c�lebre m�dico llega a Par�s en 1788 11 a�os antes de la Revoluci�n
Francesa. Con �l lleg� su Nosograf�a, su lazo sutil con Hip�crates en su
Tratamiento Moral y su gesto m�tico de quitar las cadenas a los locos de la
Bicetre. Nombrado al frente del hospital en el decreto del 25 de agosto de 1793
Pinel (5) hace dos puntuaciones fundamentales en lo que bien puede llamarse
un esbozo inaugural del pensamiento cl�nico. Pinel dir� un aserto y una
reflexi�n, ambos una gu�a para la cl�nica:
El aserto sentenciar�, �El mejor texto de medicina es el enfermo�.
La reflexi�n delimitar�, �La cl�nica es lo que aparece, lo que se desarrolla,
lo que circula entre la observaci�n y la explicaci�n. No hay una unidad
indisoluble entre la formaci�n m�rbida y el concepto que da cuenta de
ella�
El aserto es una alerta con relaci�n al peligro de que se escurra la cl�nica en
medio de la acumulaci�n de textos, algo tal vez especialmente cierto en
psicoan�lisis por la tendencia a leer los pacientes en detrimento de la escucha.
El resultado suele ser un material con m�s asociaciones del analista que de los
pacientes. La reflexi�n apunta a un espacio virtual fundamental, el que se
desliza entre la observaci�n/escucha y la explicaci�n/interpretaci�n. Un espacio
que nunca deber�a cerrarse para que el habla del paciente no se diluya en su
propio decir o en el decir del analista. Es precisamente en ese espacio virtual
donde hay que, por as� decir, situar al pensamiento cl�nico en las dos
dimensiones posibles de dicho pensamiento. Pensamiento cl�nico por parte del
analista en cuanto a su formaci�n y a su experiencia pero tambi�n un
pensamiento cl�nico pensando al paciente, en el sentido de un pensamiento
patol�gico en el exceso, en las vicisitudes o el d�ficit de sentido a partir de las
determinaciones en que todo sujeto se desenvuelve o envuelve.
�No hay �mbito donde el peso de la incertidumbre sea mayor que en
psicoan�lisis� dice A. Green, a lo que hay que decir que el mayor peso de la
incertidumbre en rigor es en la psiquis humana. El psicoan�lisis la expresa, la
refleja en su teor�a y en su pr�ctica por su capacidad de llegar a la condici�n
humana sin curarla ni disolverla en tanto se trata de una incertidumbre
esencial.
Finalmente el pensamiento cl�nico se ha de tramar en los dos ejes en que
circula la cl�nica: - a) Lo intersubjetivo
- b) Lo intraps�quico
Ambos ejes son correlativos a la divisi�n interior/exterior en tanto y en cuanto
en el primer eje el sujeto tramar� su existencia con y en sus lazos sociales,
mientras que el segundo es el nivel de los determinantes subjetivos en sus
enlaces con los determinantes objetivos m�s la complejidad de la realidad
ps�quica.
Como se sabe el individuo es una de las mayores creaciones sociales a trav�s
de las m�ltiples significaciones determinantes de la subjetividad humana. El
individuo, un ser sin divisiones, es pensado por la sociedad haci�ndole creer-
sentir que piensa cuando en realidad la familia (En primer t�rmino) constituye
una suerte de f�brica de individuos muy sofisticada a�n en sus versiones m�s
simples. Tanto sea las clases m�s ricas o m�s pobres el resultado logrado en
t�rminos generales siempre ser� un ser socializado con un limitado stock de
variantes dentro del pensamiento tradicional de cada sociedad. En todo caso si
hay una oposici�n, lo que podemos llamar la verdadera oposici�n, o la
oposici�n fundamental es m�s bien la existente entre Psiquis y Sociedad, esto
sin olvidar lo se�alado por Castoriadis en el sentido de que la psiquis en �ltima
instancia es indomesticable.
Psiquis y sociedad constituyen dos opuestos indisociables. La psiquis recibe de
la sociedad el sentido de la vida que ella no posee en forma inmanente. La vida
en s� misma sin un anclaje biol�gico no tiene un sentido propio, ni tampoco un
sentido can�nico para la especie humana. Raz�n por la cual recibe de la
sociedad los m�ltiples sentidos posibles o en las alteraciones que cada
sociedad va teniendo en el tiempo hist�rico.
La psicopatolog�a de la vida cotidiana y la psiquiatr�a organizan sus
pensamientos, sus descripciones, sus conceptos y, en definitiva sus
diagn�sticos con relaci�n al problema fundamental de los humanos: el tipo de
arraigo que el sujeto alcanza en su inserci�n en la existencia humana.
Pensando que es bien posible que el m�tico eslab�n perdido entre la especie
humana y el resto de la escala general de lo viviente tal vez no sea un mono un
poco m�s listo que sus antecesores pero claro est� menos inteligente que el
hombre. En tal caso la �nica pieza faltante del puzle del dise�o inteligente de la
creaci�n divina, una p�rdida quiz�s producto de una distracci�n inicial del
Se�or. En rigor el eslab�n perdido de no ser ning�n mono imposible tal vez sea
nada menos que el instinto con las variantes del arraigo biol�gico del resto de
las especies.
En cambio el arraigo humano es social a tiempo completo a condici�n de no
olvidar que dicho arraigo es de una normalidad patol�gica en la casi infinita
diversidad humana imposible de subsumir en las claves de lo biol�gico. Dicho
arraigo ser� un sujeto siempre con malestar al decir de Freud amenazado tanto
por la Naturaleza como por los otros. Es decir por la Naturaleza con sus
inclemencias tantas veces dram�ticas y por la naturaleza humana desgajada
para siempre de la madre naturaleza. El resultado es un ser, el m�s
impresionante de todos, tan fr�gil como soberbio, formando parte de una
especie sin una percepci�n com�n a todos. Raz�n por la cual la apreciaci�n de
la realidad o los posibles criterios de realidad ser� siempre uno de los procesos
m�s complejos a lo largo de la existencia de un ser casi siempre enfermo de
sus razones.
Es sabido que los momentos hist�ricos son opinables y sobretodo
reflexionables. Hay uno muy especial destacado de una u otra manera por
todos los historiadores. Entre ellos Pierre Aubenque uno de los historiadores-
compiladores de la Historia de la Filosof�a de F. Chatelet, (6) catedr�tico de la
Universidad de Par�s VIII. Sit�a su trabajo en un momento hist�rico bastante
especial: es un �despu�s�. Despu�s de la muerte de Alejandro Magno y de
Arist�teles, 323 y 322 a.c. Falt� decir despu�s de la muerte de Plat�n, y
fundamentalmente despu�s de la ca�da de Atenas, es decir de la democracia.
No se trata s�lo del c�lebre siglo V el siglo de oro de Pericles. Mucho m�s que
eso, se trata de alrededor de 3 siglos de actividad l�cida del pensamiento. En
cierto sentido la humanidad no se ha recuperado a�n de la ca�da de Atenas
configurando �un gran despu�s� interminable un duelo a�n no elaborado de
2500 a�os. Al respecto P. Aubenque dir� que la bella totalidad de la Grecia
cl�sica de la que hablaba Hegel se rompe en aquel momento y con ella se
romper�: - La unidad del hombre y el ciudadano.
- La unidad del Fil�sofo y el Pol�tico.
- La unidad de la interioridad y la exterioridad.
- La unidad de la Teor�a y la Pr�ctica.
Las dos primeras rupturas conciernen a la pol�tica y al pensamiento. Y a la
filosof�a implicada en ello. La tercera tendr� su conceptualizaci�n con la
aparici�n del psicoan�lisis. La cuarta ser� competencia de la ciencia y la
epistemolog�a.
Un momento hist�rico donde se puede situar no una armon�a de la totalidad,
siempre tan a�orada por la neurosis universal de los humanos, sino un punto
de cruce de una integraci�n imposible entre el pensamiento filos�fico y el
pensamiento pol�tico, un debate mudo entre dos pensamientos fundantes y
fundamentales, un debate donde el psicoan�lisis puede presentarse con las
credenciales de un posible pensamiento cl�nico. De hecho Guy Le Gaufey,
psicoanalista franc�s del linaje lacaniano, se hace una pregunta fundamental
con relaci�n a la c�lebre noche del 26 de agosto de 1789 en los fragores de la
Revoluci�n Francesa: �La declaraci�n de los Derechos del hombre y el
Ciudadano�. Dir� Le Gaufey �Qui�nes son estos dos? (7) Con lo que reabre
en el tiempo la primera de las rupturas del listado de Aubenque. No se trata de
un planeta habitado por hombres y ciudadanos. Desinvolucrados e
involucrados. Lo que sin dudas es as�. Se trata m�s bien que cada sujeto es
una compleja mezcla de hombre y ciudadano. En tanto ciudadano un ser
comprometido con su tiempo y su sociedad. En tanto hombre un ser con su ego
fuertemente armado absorbido en el peor orden hist�rico de las cosas, el
tiempo de las sociedades en modo neo.
Ahora bien, las cuatro unidades rotas se�aladas por Aubenque no son
solucionables ni eliminables. En todo caso son y ser�n elaborables por un
sujeto cuyo m�ximo proyecto ser� el poder ser co-autor de su vida en la visi�n
de A. Green del proyecto humano en cada cual. A la vez un proyecto doble: en
la elucidaci�n del pensamiento cl�nico a partir de una posible cl�nica del
pensamiento en los avatares hist�ricos de sociedades donde no hay fin de la
historia, ni planeta global, ni ciudad global ni tampoco sujeto global en los 2500
a�os de lucha obstinada de despertar y despertarse desde Her�clito y S�crates
y tantos otros.
- (1) �El orden de las cosas� � cortometraje espa�ol (20 m. 2010). Direcci�n y
Guion Jos� Esteban y C�sar Esteban Alenda.
- (2) �Sobre el Pol�tico de Plat�n�- C. Castoriadis. Fondo de Cultura
Econ�mica.
- (3) �lo que hace a Grecia�- C. Castoriadis. Fondo de Cultura Econ�mica.
- (4) �El Pensamiento Cl�nico�-Andr� Green. Amorrortu Editores.
- (5) �Fundamentos de la Cl�nica�- Paul Bercherie- E. Manantial.
- (6) �Historia de la Filosof�a�- Dirigida por Francois Chatelet. �Filosof�as
Helen�sticas� por Pierre Aubenque.
- (7) �Anatom�a de la Tercera Persona- Guy Le Gaufey. �cole Lacaniana de
Psicoan�lisis
|